viernes, 19 de abril de 2013

POTESTAD de Eduardo Pavlovsky en Metateatro


Desde Puerto Madryn, llega el Actor Elbio Mellado

Sábado 27 de Abril 22:00 hs

Pensar el mal

Por Diego Colinamún
Con la puesta de Potestad en el Teatro del Muelle Elbio Mellado se mete en la piel de un clásico contemporáneo. Potestad Impacta y emociona, 
Caminar con la frente en alto es el modo de vida necesario para esquivar a tanto muerto por debajo o por los costados del camino. Pisar cadáveres es siempre una molestia. En la ciudad hay muertos por abajo de la alfombra, en el clóset y hasta desborda la heladera de cadáveres a la hora del té, pero no es importante hasta que golpean la puerta y te vienen a buscar. Ahí es personal. La muerte, aunque este cimentada en millones de muertes, ahora importa; Cuando es tu puerta la que suena al abrirse y tu grito el que se vuelve silencio seco para los vecinos que no ven cuando te llevan, ni te escuchan cuando gritás, porque ya estás debajo de la alfombra.
 El sábado en el Teatro del Muelle, Elbio Mellado presentó una nueva función de Potestad, la obra de Tato Pavlovksy y todos los asistentes se fueron con las mismas preguntas ¿Cuántas capas de silencio y de mentira pavimentan las ciudades? ¿Cuántas rellenan las alfombras? Y la más inquietante, ¿Cuántas estamos dispuestos a soportar? El personaje que aparece entre las dos sillas, única escenografía de la puesta, nos resuelve el problema a los minutos de empezada la obra, cuando nos repite casi como mantra que “si dividimos, si sectorizamos… todo puede resultar gracioso. El problema es unir, totalizar, ahí aparece la tragedia,  nos reímos cuando sectorizamos, cuando aislamos cuidadosamente cada gesto”. Es sencillo entonces mirar para otro lado hasta que, claro, no se diferencie un lado del otro. 
Un hombre de poco más de cincuenta años nos cuenta que le robaron su tesoro más preciado: Adriana no está, se llevaron a su hija, de su casa. Los hechos recién comienzan y a partir de allí, Mellado será habitado por justos y pecadores, víctimas y víctimarios y en poco más de una hora Potestad desdibujará los límites de unos y otros. La puesta, una adaptación de la obra de Pavlovsky  (Potestad, 1984)  impacta por la solidez que aporta el actor sobre el escenario en un notorio trabajo corporal para concebir personajes que emocionan y aterrorizan en una apuesta que no deja indeferentes a quienes concurren. El trabajo de composición de los personajes que lo habitan, tanto como los que generan el contexto aunque no estén - Ana María,la esposa del personaje- señalan problemáticas que exceden el marco de la apropiación de menores durante la última dictadura e interpelan sobre la condición humana, el amor y la capacidad de entender hasta que infiernos podemos descender.


Mellado vuelve a vincular arte y política y con ello, poner al espectador en el papel incómodo de cuestionar sus propias prácticas. Esa molestia dura varios días después de terminada la obra y es, bienvenido sea, una de la razones por las que se vuelve necesaria de ver. Unifica Potestad tres relatos paralelos: El genocidio instaurado desde el Estado, el crimen de lesa humanidad que es el secuestro de menores y el asesinato de sus progenitores - la pérdida de la identidad -  y la múltiple moral en los actos particulares, de todos los días, sobre la que descansa el horror. Potestad es una obra para pensar el mal como el ruido primario donde se acoplan mucho otros ruidos.

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